Prueba de ese constante sacrificio en pos de tener buenos rendimientos a bordo de su embarcación, Belén Tavella también vivió la paradoja de haber recorrido el mundo sin, en muchos casos, poder conocer a fondo los lugares que visitaba. «Me pasó de ir tres semanas a Inglaterra y estar solo un día y medio en Londres. Fui también a correr un campeonato a Italia y no conocí prácticamente nada, conocí el agua de Italia», se lamenta, a medias, sabiendo que es una afortunada por poder combinar viajes con competencias: «También está bueno viajar así, aunque no sea en plan turismo, porque vas con un entrenador y todo un equipo de compañeros con los cuales es muy divertido compartir esas experiencias».
La pasión por este deporte no le nació de la misma manera que por ejemplo, se le despierta a los que juegan al fútbol, ya que se llega a la pelota por múltiples vías: televisión o yendo a la cancha. Para Belén la pasión se despertó después de haberlo practicado. Y esa amor adquirido, más una estricta disciplina, la llevó a ganar en 2011 un campeonato mundial en la categoría 29er junto a Franco Oreggi. «Formamos un gran equipo y logramos navegar muy bien. Y en esa clase había muy buen nivel en la Argentina, con lo cual podíamos entrenar acá», recuerda.
Hoy, ocho años después del mundial que obtuvo en aguas marplatenses y con un gran capital de experiencia, compite en la categoría 470 junto con Lourdes Hartkopf con la mira en la mira los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 . Para ello comenzó junto con su compañera de embarcación un intenso trabajo físico para fortalecerse muscularmente. «Somos medio livianas», bromea, mientras a la vez avisa que tiene el plan de viajar al exterior el año que viene para realizar la etapa más fuerte de entrenamientos y buscar la clasificación. «Creemos que vamos por buen camino», confía.
Con ese gran objetivo en mente ha tenido que redoblar esfuerzos en los últimos meses, ya que Belén es investigadora del CONICET en Bioquímica y está haciendo un doctorado en biología molecular, lo que le demanda demasiadas horas de trabajo en la semana. Entonces, para entrenarse debe ser muy metódica y aprovechar cada uno de los espacios libres, que pueden llegar a ser a las siete de la mañana. «Por suerte tengo bastantes vacaciones y todas las uso para competir», celebra.
Tavella infiere que le gusta adquirir autonomía y el control de todas las situaciones de su vida. Reflexiona sobre el impacto que tiene en lo humano la práctica de un deporte como el yachting: «Hoy lo vivo como algo normal, pero cuando miro para atrás me veo sola, con ocho años y en un barco de optimist. Desde chico aprendés a ser responsable de tu barco y de todas tus cosas. Y cuando vas creciendo ya pasa a ser una responsabilidad puramente tuya y decidís cuándo salís a navegar y cuándo no».
Y hoy, con su autonomía, sus ganas y su obsesión olímpica, sabe que necesita imperiosamente competir en el exterior en la etapa previa, ya que en la Argentina son muy pocos (5) los barcos de su categoría. Y para instalarse afuera y competir con un número importante de embarcaciones, se le hace imprescindible contar con apoyo económico. «Con presupuesto se puede hacer mucho más. Ir a correr afuera es importante pero es muy caro, ya que tenés que comprar material, llevar barcos, velas. Y si no tenemos apoyo vamos a hacer lo que podamos, pero lo vamos a hacer», avisa Belén Tavella, la bioquímica que conoció el mundo desde el agua y sueña con llegar a Tokio.