TOKIO.- Les explota el corazón. La emoción se impregna en cada fibra de Santiago Lange y Cecilia Carranza, que miran al cielo, sonríen y ya guardan un recuerdo que no olvidarán jamás: los campeones en yachting de Río 2016 ondean con cuatro manos la bandera de la delegación argentina que participa en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, declarados de manera oficial en la noche del viernes de Japón. Una fiesta que sin embargo nunca dejó de recordar el desastre mundial como consecuencia de la pandemia. Y que hasta reservó un minuto de silencio para las víctimas del covid 19.
El Estadio Olímpico de Tokio, vedado para el público en general y reservado para unas 950 personas relacionadas con los Juegos, cobijó una ceremonia sin gritos ni chiflidos, sin grandes exclamaciones ni euforia desde las tribunas. Apenas tibios aplausos que llegaban solo desde un sector de plateas para las personas autorizadas, en medio de una mole de acero con lugar para 68.000 personas. El fenómeno de la ausencia se volvió muy palpable, producto de las restricciones y los protocolos omnipresentes. En todo caso, el calor lo pusieron los atletas y artistas. Solo para engañar un poco, las butacas lucieron pintadas de distintos colores para simular gente, un escenario forzosamente distinto por el peso de los tristes acontecimientos. Pero al fin y al cabo, vaya si hubo un motivo para celebrar a lo grande, porque fue la jornada que se esperaba desde septiembre de 2013, cuando se designó a Tokio como sede de la cita.
Entonces, nadie se imaginó que se trataría finalmente del evento más caótico y complicado de organizar de la era moderna. Y después de múltiples padecimientos, luego de 2872 días, llegó la inauguración. Que no solo marcó el arranque oficial de las pruebas deportivas, sino también un corte a interminables contramarchas dirigenciales y el peligro concreto de que la cita se cancelara para siempre, tragada por la pandemia. Cuando se confirmó la postergación el 24 de marzo del año pasado, se pergeñó entonces el armado de una ceremonia “más simple y más sobria”. Y así fue: con performances cuidadas y mucha conciencia de la realidad, en la que se realzó el tesón de los atletas para ser fieles al olimpismo entrenándose en soledad. El detalle: cada delegación tuvo como portadores de la bandera a un hombre y a una mujer, para dejar bien asentada la paridad de género.
Entre la música, el color y los efectos especiales, unos 50 atletas argentinos saltaron como locos, en un gran “pogo”, cuando aparecieron en noveno lugar entre las 206 delegaciones, de acuerdo con el orden alfabético en japonés. “¡Olé, olé, olé, cada día te quiero más!” cantaban casi todos, ataviados con sacos azules, pantalones blancos y corbatas o arreglos celestes. Después, posaron todos juntos para una foto grupal. Pero hubo alguien que estuvo en la memoria y que citó Carranza: “Debería estar Braian Toledo acá. Me estuve acordando mucho de él”, mencionó la regatista, en alusión al jabalinista argentino que falleció el 27 de febrero del año pasado y que se perfilaba entonado para Tokio 2020. Lange se sumó al recuerdo y luego apuntó: “No se puede creer, estamos súper emocionados. Es lindo compartir este momento con un montón de deportistas y atletas que admirás profundamente”.
[…]
Además de la incesante galería de deportistas, el tradicional juramento olímpico y el encendido del pebetero, a cargo de la tenista Naomi Osaka, hubo varios pasajes de la apertura con mucha simbología: una atleta solitaria que corre sobre una cinta, encarnando los esfuerzos de los deportistas para llegar a estos Juegos; un video con el momento de oscuridad y aislamiento que obligó a posponer la cita, el lema “Separados pero no solos” y un relanzamiento del Tokio versión 2021 con fuegos artificiales. Asimismo, el Emperador Naruhito y el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, pronunciaron los discursos de bienvenida y desfilaron cinco héroes de Japón en sus distintos rubros sosteniendo la bandera de su país. Bach enfatizó en el concepto de solidaridad de la población japonesa, después del azote del terremoto de 2011 y los daños latentes del coronavirus.
Claro, no podía faltar la mención al legado que dejaron los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 y la coreografía de la construcción del Estadio Olímpico con la madera proveniente de las 47 prefecturas. Y seguramente el momento más impactante: una esfera en el cielo con el logo de Tokio 2020, formado por drones, que pronto se transformó en el planeta Tierra y empezó a girar con la melodía de “Imagine”, de John Lennon. Por fin, los accidentados Juegos de Tokio 2020 tomaron cuerpo al calor de la llama olímpica.