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Santi Lange desafía al viento y al tiempo: el abuelo que es leyenda y quiere otra medalla en sus séptimos Juegos Olímpicos

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A los 59 años, competirá en Tokio 2020 con las emociones a flor de piel: durante la pandemia perdió a un cuñado y no pudo ver a su madre. Estuvo 10 de los últimos 12 meses de gira, conoció a su nieto Silvestre y será abanderado.

Enoshima es un hormiguero de personas con traje de neoprene que caminan de aquí para allá, afinan detalles a velocidad crucero y entran y salen del agua como anfibias. No están filmando una de ciencia ficción ni es una ocupación alienígena. A no confundirse. Son los y las velistas que alistan sus embarcaciones para las regatas en las clases de yachting de Tokio 2020. Entre tantas figuras, hay una que resalta y no para un segundo: Santiago Langela leyenda del deporte argentino, que a los 59 años competirá en sus séptimos Juegos Olímpicos.

“Yo soy una persona normal”, repetirá tres veces durante la charla con Clarín el hombre que desafía al viento y al tiempo. Habla desde la isla japonesa donde junto a Cecilia Carranza Saroli defenderán el oro conseguido en Nacra 17 en Río de Janeiro 2016. Si para lograr aquel éxito mayúsculo debió superar un cáncer, a la cita japonesa llega con emociones múltiples a flor de piel, de las que trata de abstraerse aunque sepa que dejan huellas hacia lo que vendrá.

Es que durante la pandemia no sólo se convirtió en abuelo de Silvestre y recibió el honor de ser uno de los abanderados en la ceremonia inaugural de este viernes, sino que estuvo diez de los últimos doce meses fuera de su casa, con la necesidad de recuperar el tiempo de entrenamiento, pero con golpes fuertes y directos al corazón.

“A la pandemia la viví de muchos lados, como todos. La viví de cerca en el aspecto emocional y con mi familia. Perdí a un cuñado y mi vieja está en una residencia, así que no la pude ver durante lo poco que estuve en Buenos Aires. Durísimo -relata-. Tengo el apoyo de mi familia y todos entienden la pasión y la vocación. Más allá de lo que pase, siento su acompañamiento”.

Silvestre no sabe aún que Santiago encara otra aventura olímpica con un amor por el deporte y la competencia que seguramente mamará cuando crezca. Hijo de Klaus, diploma olímpico hace cinco años junto a su hermano Yago en la clase 49er, estuvo poco en los brazos del abuelo a fines de enero. Por eso el triple medallista olímpico también se abre al confesar el dilema por el que pasó.

Santiago Lange - con su nieto Silvestre

“Cuando tuve que volver a Europa para prepararnos, les dije a Klaus y a su mujer cuando me despedía de Silvestre que volví a sentir lo mismo que sentía cuando me despedía de mis hijos antes de viajar a un torneo. Es muy duro. Se te quiebra el corazón -contagia emoción-. Me distraigo con mi pasión, pero dejo eso guardado en un lugar. Disfruté con felicidad el poco rato que tuve para pasar con él”.

-Tenés un objetivo deportivo planeado desde hace tiempo. ¿Cómo hacer para que lo personal y lo que generó la pandemia no te desenfoque ni te mueva la estantería?

-Es difícil, pero tenemos un gran equipo al lado y es lo bueno. A todos nos pegó la pandemia desde algún lado. Al que se quedó sin laburo, al que le pasó algo con un familiar, al que está haciendo algo que no le gusta, al que se quedó encerrado… Pegó muy fuerte. Nosotros nos adaptamos con actitud de equipo en pos de un sueño, con la pasión que teníamos por llegar bien preparados.

-¿Cuánto sufriste tirar a la basura la primera planificación porque sería imposible por la pandemia y cómo se reinventaron?

-Todo este año de preparación ha sido totalmente diferente. Desde lo deportivo, es un desafío más. Y lo encaramos buscando soluciones, teniendo creatividad, siendo flexibles y empujando los límites al máximo de nuestras posibilidades.

-Es como si hubieran vivido una regata de un año de duración…

-Absolutamente. Teníamos un plan general, pero las cosas cambiaban. Fernanda Sesto, la esposa de Juan (De la Fuente, su entrenador y medallista olímpico en Sydney 2000), se ocupó de nuestra logística, que cambiaba semana a semana con un plan muy volátil. Y recibimos siempre el apoyo del ENARD, el Ministerio de Turismo y Deportes, la Secretaría de Deportes de la Nación y nuestra Federación.

El nómade olímpico

Santiago Lange - Deportista Olimpico Tokio 2020

Don Lange puede escuchar a Los Beatles -¿cómo no hacerlo?- pero lejos estuvo de ser una gira mágica y misteriosa la que junto a su compañera de embarcación encararon desde julio de 2020, cuando Cecilia pudo entrar a Europa vía Italia, luego de ser deportada al llegar tres días antes a Madrid. Entonces empezaron su derrotero camino a Tokio.

Primero estuvieron 15 días en el Lago di Garda, entre Brescia y Verona, en el norte italiano. De allí partieron hacia Punta Ala, hacia el Oeste, sobre el mar Tirreno, hasta agosto. Llegó el momento de la competencia para volver a sentir la acción: fueron cuartos en la Semana de Kiel, en el norte de Alemania, en septiembre; y sextos en el Europeo en el lago Attersee de Austria. Entonces, otro problema solucionado. 

Llegaron a Trapani, en el extremo occidental de Sicilia, y allí encararon bloques clave de entrenamiento junto a los austríacos Thomas Zajac (bronce en Río 2016) y Barbara Matz, y los últimos tres campeones mundiales: los italianos Ruggero Tita-Caterina Banti (2018) y Vittorio Bissaro-Maelle Frascari (2019) y los ingleses John Gimson-Anna Brunet (2020). Les sirvió para darse cuenta del tiempo que habían perdido y para entender dónde querían llegar.

“Nuestro deporte es muy particular, porque no nos tomamos el tiempo en una pista. Nuestra única referencia es tener un barco al lado. Nos necesitamos, en un punto. Tuvimos el mejor grupo de entrenamiento. No tengo dudas. Pero los pingos se ven en la cancha”, sentencia sin miramientos desde donde competirá en los Juegos Olímpicos.

-No deja de ser asombroso que tus rivales en Tokio sean quienes los hicieron mejorar o quienes pueden haber visto in situ sus virtudes y defectos para analizarlos.

-Fue muy productivo, sí. Pero cuando estuvimos en Australia el Peque Schwartzman me invitó al Abierto y se entrenaba con (Alexander) Zverev. Me llamó la atención, porque no sabía que eso se hacía. Lo nuestro tiene que ver con la particularidad de que en los Juegos hay tres medallas. No es como el Mundial de fútbol, en el que si Argentina es subcampeón para algunos es un desastre, no para mí. En cambio, si le hubiesen dado la medalla de plata y al tercero, la de bronce… De los Juegos te tenés que ir con una medalla. El primer objetivo es ese. No querés salir cuarto y eso lo saben los rivales. Si entrenás con tres con los que te vas a pelear por las medallas y vas a estar alejado de los otros quince, no es una mala estrategia.

Volvieron a Buenos Aires para las Fiestas y estuvieron hasta el 20 de febrero para evitar el duro invierno boreal y aprovechar el Río de la Plata. Pilas recargadas con las familias y vuelta a Europa. Un mes en Cagliari, al sur de la isla de Cerdeña, y luego a Ragusa, en Sicilia, para aprovechar la meteorología hasta el 25 de junio. Últimos 10 días en Barcelona y el 7 de julio, destino Tokio-Enoshima.

-Estás acostumbrado a tener una vida nómade, ¿pero esto no es un poco demasiado?

-Es una locura, sí (risas). Me pone orgulloso por el equipo. Fue lo que creímos que era necesario para llegar con posibilidades. Teníamos que recuperar esos tres meses perdidos por la pandemia. Toda la flota apretó y hay que apretar.

-Definí “apretar”…

-Yo creo que la gente no tiene conciencia de lo que hacemos todos los días. Entrenamos de 8 a 21 sin parar. Sin fines de semana. Dándole duro. Eso te da mucha confianza. Te da tranquilidad que hicimos todo lo que podíamos hacer. Son unos Juegos difíciles, porque competimos poco. Si un año tenés 14 torneos, más o menos sabés cómo venís. Acá no lo sabemos.

La pasión, ante todo

La Bahía de Guanabara, con el Pan de Azúcar de fondo, fue el escenario natural esplendoroso para uno de los hitos de la historia del deporte argentino. Santiago y Cecilia, arriba del podio, con las medallas doradas colgando de sus cuellos y la coronación de un plan maestro que se plasmó en el agua.

-Si te transportás a Río. ¿cómo estás hoy, cinco años después?

-Yo me veo cinco años más viejo.

Las carcajadas en la noche japonesa durarán veinte segundos. No es para menos. Pero viejo es el viento y todavía sopla. Si lo sabrá Santiago, que contó en su autobiografía -”Viento”, justamente- cada momento que construyó y que lo marcaron. Inevitablemente, su recuperación de un cáncer en el camino final hacia Río vuelve cada tanto a su mente. Pero reniega de que lo  endiosen.

-Lo que viviste te motivó a contar tu historia, pero da la impresión de que estás lejos de querer que te vean como un superhéroe…

-Totalmente. A mí me gusta mucho lo que hago. Me siento una persona normal. Quiero ser tratado como una persona normal. Si me equivoco, trato de trabajar para tener los pies en la tierra. Me gusta el trato de igual a igual.

-Pero debés notar la empatía que generás en quienes no te conocen y te escriben porque visibilizaste lo que te pasó y seguramente ayudaste a que alguien se levantara.

-Sí. Lo disfruto. ¿Cómo no me voy a poner contento si pude ayudar a alguien? Obvio. Pero me gusta ser tratado como una persona normal.

La resiliencia es una cualidad inevitable a la hora de entender al deportista de alto rendimiento. Esa capacidad de reinvención y de superación de obstáculos es tan fuerte como postergar lo indecible en pos de un sueño, proponerse un objetivo y enfocarse hacia ese camino. Cueste lo que cueste.

Santiago Lange es ejemplo claro de un ser resiliente, pero deja a un lado el romanticismo y el protagonismo de un hecho extraordinario. “Me siento un privilegiado por salir a entrenarme todos los días. Lo hago porque me gusta. Me encanta -reafirma-. Obviamente que es durísimo estar un año fuera de tu casa, pero amo lo que hago. Es una decisión propia estar acá y tengo la oportunidad de hacerlo”.

El hombre que desafía al viento y al tiempo está en su salsa. Es pura adrenalina. Disfruta. Se siente vivo. Y contagia por el fuego de su pasión: “Quiero estar acá y puedo estar acá. Amo mucho esto y también lo sufro, pero trato de ser fiel a lo que siento. Dejo cosas de lado, pero es lo que quiero hacer. Es mi decisión. ¿Por qué? Porque tengo un sueño enorme. No me puedo quejar, porque hay gente que no puede hacer lo que tiene ganas. Y yo soy un privilegiado”.

“Me hicieron pucherear cuando me dijeron que sería abanderado”

Este viernes, desde las 8 de la Argentina, Tokio 2020 serán los primeros Juegos Olímpicos que ofrezcan una ceremonia inaugural con igualdad de género a la hora de llevar las banderas. Una mujer y un hombre portarán la celeste y blanca: Cecilia Carranza Saroli y Santiago Lange. Se enteraron en Italia y a medida que se acerca el 23 de julio, la emoción se agiganta.

“Hoy tenemos el foco en los entrenamientos, pero cada vez que me tocan el tema me produce una emoción tremenda. Mucha honra. Estoy muy agradecido de que nos hayan elegido. Es alucinante. Es algo increíble y muy grosso para nosotros”, cuenta el abanderado, que no quiere perder ni un día en el agua.

“Como el viernes no podremos navegar, hay que hacer un pequeño esfuerzo ahora, trabajar y luego descansar para no llegar muertos a la ceremonia”, dice sobre lo que sucederá muy pronto. Están a una hora de Tokio, pero no tiene idea de cómo será la logística. Es más, acepta la idea del periodista de quedarse a dormir en la capital y volver el sábado. “Puede ser una buena opción porque terminaremos como a la 1. Quizá sea mejor dormir en Tokio. Tenés toda la razón”, dice y agradece el consejo.

-¿Qué implica ser abanderado en la primera ceremonia con igualdad de género y que a tu lado esté Cecilia?

-Me encanta que sea Ceci porque vive con intensidad y quiere transmitir la lucha por la igualdad de género. Estoy súper feliz de que tenga esta oportunidad. Y es lindísimo para nuestro equipo, con el que laburo desde 1993. El día que me llamaron y me dijeron que sería abanderado no paré de hablar y agradecerles a los que me trajeron hasta acá: mis hijos, mis entrenadores y mis compañeros. Me hicieron pucherear.

Santiago Lange y Cecilia Carranza posan con la medalla de oro en Rio 2016.Foto Maxi Failla

Santiago Lange y Cecilia Carranza posan con la medalla de oro en Rio 2016. Foto Maxi Failla

-Conviven minuto a minuto con Cecilia. ¿La adversidad de este último año y medio derivó en roces o hizo fortalecer su vínculo?

-El equipo evoluciona. Tiene adversidades y alegrías. Cada momento es una etapa nueva y vas aprendiendo. De repente en un mes los dos estábamos muy inspirados y navegábamos muy bien, pero en otro mes alguno estaba un poquito flojo. Son procesos y hay que acomodarse. Espero que hayamos mejorado, pero es un trabajo continuo. No es que llegás a un lugar y listo. La confianza, la unidad y la motivación como equipo es un trabajo diario. Yo estoy más viejo y a Ceci la veo más plantada. Es una atleta mucho más formada con respecto a los tres años que navegamos juntos camino a Río.

-Siempre planifican de manera integral la navegación y los aspectos técnico, físico y mental, con el uso del yoga. ¿En esta etapa final notaste que, por el contexto, lo mental tendría más peso que en otras campañas?

-No, porque eso es un punto fuerte nuestro. La entrega es en lo que menos tenemos que trabajar. Es un ADN muy especial del equipo. Lo que sí se nota es en cómo laburamos juntos, en la intensidad. Yo soy más intenso que Ceci y a veces le quemo la cabeza. Tanto que debo laburar en que se entienda mi intensidad, en el porqué y cómo transmito las cosas.

El hombre olímpico

Santiago Lange acepta gustoso el desafío de sintetizar lo que significó cada uno de sus seis Juegos Olímpicos. Uno a uno, saca a flote sus recuerdos y se echa a volar como si estuviera en el agua. A toda velocidad.

  • Seúl 1988, noveno en clase Soling con Pedro Ferrero y Raúl Lena.

“Cuando son juveniles, muchos deportistas sueñan con ganar un Mundial o con ganar una medalla olímpica. A mí eso no me pasó, porque para nosotros era algo inalcanzable ir a los Juegos Olímpicos. Era imposible. ¿Ganar una medalla? Olvidate. Pero Seúl 88 fue la semilla para soñar con poder ganar una medalla. En esos Juegos ganamos una regata y quedamos novenos luego de competir en un solo torneo internacional previo, con un barco prestado por los ingleses y las velas prestadas por los norteamericanos. Entonces me di cuenta de que teníamos la capacidad y que había que conseguir el dinero y la organización para soñar con la medalla. Fue la semilla del sueño olímpico”.

  • Atlanta 1996, noveno en la clase Laser

Santiago Lange, en Atlanta 1996.

Santiago Lange, en Atlanta 1996.

 

“Fue la primera experiencia en la que pensé que se podía ganar una medalla. Llegué muy lejos con el barco equivocado. Hubo cierta cantidad de errores que me hicieron ver que había que prepararse de otra manera y cambiar de categoría. Fue puro aprendizaje”.

  • Sydney 2000, décimo en la clase Tornado con Mariano Parada

“Fueron unos Juegos de transición, porque empecé a navegar en catamaranes, una categoría en la que me siento cómodo. Y lo hice junto a Mariano Parada, que me sigue acompañando y es gran parte de nuestro equipo y súper importante en nuestro éxito”.

  • Atenas 2004 y Beijing 2008, bronces en la clase Tornado con Carlos Espínola

Santiago Lange y Carlos Espínola, bronce en Atenas 2004.Foto AP

Santiago Lange y Carlos Espínola, bronce en Atenas 2004. Foto AP

 

“Viví el sueño cumplido de ganar una medalla y luego otra. Sin lugar a dudas. Pero en ambos me quedé con la espina de haber podido ganar el oro. Cuando estaba en el podio de Río. pensé mucho en Camau. ¿Por qué ahora y no antes? Siempre me costó responder la pregunta de qué es lo teníamos que haber corregido para ganar o en qué nos equivocamos en Atenas o en Beijing. Como deportistas, la suerte no existe y tenés que analizar qué debés cambiar si no ganaste. Nunca pude contestar bien esas preguntas”.

  • Río de Janeiro 2016, oro en la clase Nacra 17 con Cecilia Carranza Saroli

Santiago Lange y Cecilia Carranza celebran la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016.Foto Maxi Failla

Santiago Lange y Cecilia Carranza celebran la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Foto Maxi Failla

 

“En Río se dio todo y al final pude decir: ‘Sueño cumplido’. Quizá con Ceci habíamos pasado algo muy grosso antes (su enfermedad) y eso nos dio una fuerza extra. Quizá fueron las dos espinas anteriores las que me dieron más determinación para llegar al oro. No lo sé. Todavía no tengo respuesta”.

Fuente Clarín – Hernán Sartori

Foto: Red Bull Content Pool

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